“Lo inacabable”, Alfonsina Storni
No
tienes tú la culpa si en tus manos
mi amor se deshojó como una
rosa:
Vendrá la primavera y habrá flores…
el tronco seco
dará nuevas hojas.
Las
lágrimas vertidas se harán perlas
de un collar nuevo; romperá
la sombra
un sol precioso que dará a las venas
la savia
fresca, loca y bullidora.
Tú
seguirás tu ruta; yo la mía
y ambos, libertos, como
mariposas
perderemos el polen de las alas
y hallaremos más
polen en la flora.
Las
palabras se secan como ríos
y los besos se secan como rosas,
pero
por cada muerte siete vidas
buscan los labios demandando aurora.
Mas…
¿lo que fue? ¡Jamás se recupera!
¡Y toda primavera que se
esboza
es un cadáver más que adquiere vida
y es un capullo
más que se deshoja!
“Date a volar”, Alfonsina Storni
Anda, date a volar, hazte una abeja,
En el jardín florecen amapolas,
Y el néctar fino colma las corolas;
mañana el alma tuya estará vieja.
Anda,
suelta a volar, hazte paloma,
Recorre el bosque y picotea granos,
Come migajas en distintas manos
La pulpa muerde de fragante poma.
Anda,
date a volar, sé golondrina,
Busca la playa de los soles de oro,
Gusta la primavera y su tesoro,
La primavera es única y divina.
Mueres
de sed: no he de oprimirte tanto...
Anda, camina por el mundo, sabe;
Dispuesta sobre el mar está tu nave:
Date a bogar hacia el mejor encanto.
Corre,
camina más, es poco aquéllo...
Aún quedan cosas que tu mano anhela,
Corre, camina, gira, sube y vuela:
Gústalo todo porque todo es bello.
Echa
a volar... mi amor no te detiene,
¡Cómo te entiendo, Bien, cómo te entiendo!
Llore mi vida... el corazón se apene...
Date a volar, Amor, yo te comprendo.
Callada
el alma... el corazón partido,
Suelto tus alas... ve... pero te espero.
¿Cómo traerás el corazón, viajero?
Tendré piedad de un corazón vencido.
Para
que tanta sed bebiendo cures
Hay numerosas sendas para ti...
Pero se hace la noche; no te apures...
Todas traen a mí...
“Hombre pequeñito”, Alfonsina Storni
Hombre
pequeñito, hombre pequeñito,
Suelta
a tu canario que quiere volar…
Yo
soy el canario, hombre pequeñito,
déjame
saltar.
Estuve
en tu jaula, hombre pequeñito,
hombre
pequeñito que jaula me das.
Digo
pequeñito porque no me entiendes,
ni
me entenderás.
Tampoco
te entiendo, pero mientras tanto
ábreme
la jaula que quiero escapar;
hombre
pequeñito, te amé media hora,
no
me pidas más.
“Tú me quieres blanca”, Alfonsina Storni
Tú
me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de
nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume
tenue.
Corola cerrada .
Ni un
rayo de luna
filtrado me haya.
Ni una margarita
se diga mi
hermana.
Tú me quieres nívea,
tú me quieres blanca,
tú
me quieres alba.
Tú
que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los
labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de
pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en
los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al
Estrago.
Tú
que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por
cuáles milagros,
me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
me
pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡me pretendes alba!
Huye
hacia los bosques,
vete a la montaña;
límpiate la boca;
vive
en las cabañas;
toca con las manos
la tierra mojada;
alimenta
el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre
escarcha;
renueva tejidos
con salitre y agua:
Habla
con los pájaros
y lévate al alba.
Y cuando las carnes
te
sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que
por las alcobas
se quedó enredada,
entonces, buen
hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme
nívea,
preténdeme casta.
“El intruso”, Delmira Agustini
Amor,
la noche estaba trágica y sollozante
cuando tu llave de oro cantó
en mi cerradura;
luego, la puerta abierta sobre la sombra
helante,
tu forma fue una mancha de luz y de blancura.
Todo
aquí lo alumbraron tus ojos de diamante;
bebieron en mi copa tus
labios de frescura;
y descansó en mi almohada tu cabeza
fragante;
me encantó tu descaro y adoré tu locura.
¡Y
hoy río si tú ríes, y canto si tú cantas;
y si duermes, duermo
como un perro a tus plantas!
¡Hoy llevo hasta en mi sombra tu
olor de primavera;
y
tiemblo si tu mano toca la cerradura;
y bendigo la noche
sollozante y oscura
que floreció en mi vida tu boca tempranera!
“Lo inefable”, Delmira Agustini
Yo
muero extrañamente… No me mata la Vida,
No me mata la Muerte,
no me mata el Amor;
Muero de un pensamiento mudo como una
herida…
¿No habéis sentido nunca el extraño dolor
De
un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida
Devorando alma y
carne, y no alcanza a dar flor?
¿Nunca llevasteis dentro una
estrella dormida
Que os abrasaba enteros y no daba un fulgor?…
¡Cumbre
de los Martirios!… ¡Llevar eternamente,
Desgarradora y árida,
la trágica simiente
Clavada en las entrañas como un diente
feroz!…
¡Pero
arrancarla un día en una flor que
abriera
Milagrosa, inviolable!… Ah, más grande no fuera
Tener
entre las manos la cabeza de Dios!
“Explosión”, Delmira Agustini
¡Si
la vida es amor, bendita sea!
Quiero más vida para amar! Hoy
siento
que no valen mil años de la idea
lo que un minuto azul
de sentimiento.
Mi
corazón moría triste y lento...
Hoy abre en luz como una flor
febea.
¡La vida brota como un mar violento
donde la mano del
amor golpea!
Hoy
partió hacia la noche, triste, fría...
rotas las alas, mi
melancolía;
como una vieja mancha de dolor
en la
sombra lejana se deslíe...
¡Mi vida toda canta, besa, ríe!
¡Mi
vida toda es una boca en flor!
Fragmento de “Mis dos tíos ilustres”, Virginia Brindis de Salas
“Los gandes hombres de mi sangre y de mi raza, señores. Esta raza de tan grandes valores morales, que cuando se quiere hablar de fidelidaad y nobleza, a ella se recurre y cuando se necesita recordar el coraje desbordante o sufrido, ella es también un exacto punto de referencia. Al evocar a estos dos negros ilustres y líricos, cómo me lleno de esperanza en el porvenir y cómo pienso en la conquista lenta y segura de la liberación de la raza. Algún día, Africa, su cuna, resplandecerá por ella. Bien sabemos cómo en Estados Unidos la colectividad es ya una fuerza positiva y creciente, con grandes cerebros científicos y creadores. (...)
Negros de todo el mundo; negros de América, negros de Europa; ¡oh! fuerte y querido Rene Marán!, no olvidéis dos glorias que si me pertenecen a mi por herencia de sangre, os pertenecen también a todos por herencia de raza: Claudio Brindis de Sala el magnífico; Gabino Ezeiza, el célebre. Yo me inclino reverente ante sus sombras inmortales!...”
“Navidad palermitana”, Virginia Brindis de Salas
Cielo con muchas estrellas
Y luna blanca y redonda.
Qué linda que fué en Palermo
La noche de Navidad.
Enfarolada de cañas
Y de vinachos guerreros
La negrada entusiasmada
Hacía repicar los cueros.
Candombe de Navidad,
Candombe de sol caliente,
Reminiscencia africana
Que reviven los morenos
En nuestra fiesta cristiana.
Recinto de los esclavos
Del viejo Montevideo,
En donde por vez primera
Repicó mi tamboril.
Con mi candombe te evoco,
Con mi candombe te canto
Porque hoy los negros son libres
En esta tierra Oriental.
“Lamento Negro”, Virginia Brindis de Salas
¿Sabe, compañero,
Qué cosa me hicieron?,
Todo me estropearon;
Es una crueldad.
Pronto llega el día
Que todo concluye
Y entonces el negro
Tendrá libertad.
Andembo y andembo.
No cobrar la infamia
Que Pancho sufrió.
Qué importa que el alma
Se encuentre oprimida
Si un rayo de luz,
Nos
puede dar vida!!!
“Sombras”, Virginia Brindis de Salas
(A los marinos de la Unión Soviética; de Estados Unidos, China y Francia Liberada e Inglaterra, que cayeron para siempre en todos los mares del mundo por la libertad.)
Rostros sin una mueca
con manchas escarlatas
van y vienen en la noche
más densa del siglo veinte.
Labios sin una queja
en alas de blanda muerte;
bólidos surcando el cielo
zahiriendo al “Padre Eterno”.
Cuerpos convulsos, magros;
bocas sin un sonido,
ojos que miran siempre
hacia la noche aguda.
Pies y manos que molieron
los días en los talleres
se detienen, se detienen
crispados en duros sueños.
Yo sé que hubo un día
en el campo, en las ciudades,
remolinos de quimeras
en los hombres que se fueron.
Como yo se ilusionaron
y miráronse a los ojos
cara a cara con sus dones
como en aguas de un estanque.
El mar al piélago arrastra
sus pobres humanidades;
y en la tierra socavada
de a centenares se pudren.
Cuando veas una sombra
en mitad de tu camino
y te hable, no te asuste
que
no es fantasma, es un hombre.
“Pregón número uno”, Virginia Brindis de Salas
Toma mi verso
Marimorena
yo sé que lo has de beber
como una copa de alcohol,
a cambio de él
quiero tu angustia
Marimorena.
Quiero tu angustia,
quiero tu pena,
toda tu pena
y el tajo de tu boca
cuando ríes
como una loca
Marimorena,
toda ebria
más que de vino,
de miseria.
Tu voz,
que nunca arrulló
a tus hijos
ni a tus nietos
y es voz de paria
arrulla mimosamente
toda la prensa diaria.
Y no hay quien te haga callar
por dos vintenes un diario
no hay quien deje de comprar
para aliviar tu sudario.
Déjame ver tu cara
Marimorena,
que la atención acapara
causando lástima y pena.
Cuánto te deben
Marimorena,
esos que escriben
y que tú pagas
con tus vintenes,
con tus pregones,
por la mañana
y por la tarde
miles de veces;
en cambio tú
pagas con creces;
su periodismo,
su propaganda politiquera
todas sus lacras, su egoísmo,
sus fementidas torpes carreras.
Marimorena
todos los días vende los diarios;
tiene una pena
Marimorena
y es su sudario.
“El Cerro”, Virginia Brindis de Salas
Como un gigante se emplaza
entre la rada y el mar:
falda y cerro, carne y grasa
al fondo de la pleamar.
Mas, ¿quién le dice a tu suerte
y a tu cumbre portentosa
que eres la mala muerte,
Cerro, trabajo y fosa?
Pared y techo de adobe
que tirita en los andrajos;
¿truán que la vida robe?
señor en los barrios bajos.
Cima y falda, fortaleza
entre el pez de la bahía
que engulle la milloneza
sanguínea fábrica al día.
Despierta la dura tierra
vapor de bronca, sirena;
otros que llegan y encierran
la vida entre cadenas.
Manos rudas y crispadas
por costra de la cadena;
máscaras desencajadas
y labios sin decir pena.
Domingos de la miseria
abren niñas de los ojos
y sangre dan las arterias
torne sí o no al despojo.
Tumulto de muchas cosas
y habitación miserable
donde la vida reposa
en la vida deleznable.
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