“¿Pensabas que yo era una ciudad?” de Rupi Kaur
¿pensabas
que yo era una ciudad
lo bastante grande para fugarte un fin de
semana?
soy el pueblo que la rodea
aquel del que nunca has
escuchado
pero por el cual siempre viajas
aquí no hay luces de
neón
ni rascacielos ni estatuas
pero hay un trueno
que hace
temblar los puentes
no soy carne callejera soy jalea hecha en
casa
tan espesa como para cortar lo más dulce que tus labios
hayan tocado
no soy sirenas de policía soy el crujir de una
chimenea
yo podría incendiarte y tú no podrías apartar los ojos
de mí
porque me vería tan hermosa que te sonrojarías
no soy
una habitación de hotel soy un hogar
no soy el whisky que
quieres
sino el agua que necesitas
no vengas con
expectativas
no intentes hacer vacaciones en mí
“Y no decimos nada” de Vladímir Mayakovski
La primera noche ellos se acercan
y cogen una flor de nuestro jardín,
y no decimos nada.
La segunda noche, ya no se esconden,
pisan las flores, matan nuestro perro
y no decimos nada.
Hasta que un día,
el más frágil de ellos,
entra solo en nuestra casa,
nos roba la luna, y conociendo nuestro miedo,
nos arranca la voz de la garganta.
Y porque no dijimos nada,
ya no podemos decir nada.
“Lanzar los dados” de Charles Bukowski
Si
vas a intentarlo, ve hasta el final.
De otra forma ni siquiera
comiences.
Si
vas a intentarlo, ve hasta el final.
Esto puede significar perder
novias,
esposas,
parientes,
trabajos y,
quizá tu
cordura.
Ve
hasta el final.
Esto puede significar no comer por 3 o 4
días.
Esto puede significar congelarse en la banca de un
parque.
Esto puede significar la cárcel.
Esto puede significar
burlas, escarnios, soledad…
La soledad es un regalo.
Los
demás son una prueba de tu insistencia, o
de cuánto quieres
realmente hacerlo.
Y
lo harás,
a pesar del rechazo y de las desventajas,
y será
mejor que cualquier cosa que hayas imaginado.
Si
vas a intentarlo, ve hasta el final.
No hay otro sentimiento como
ese.
Estarás a solas con los dioses
y las noches se encenderán
con fuego.
Hazlo,
hazlo, hazlo.
Hazlo.
Hasta el final,
hasta el final.
Llevarás
la vida directo a la perfecta carcajada.
Es la única buena lucha
que hay.
“Embriáguense” de Charles Baudelaire
Hay que estar ebrio siempre. Todo reside en eso: ésta es la única cuestión. Para no sentir el horrible peso del Tiempo que nos rompe las espaldas y nos hace inclinar hacia la tierra, hay que embriagarse sin descanso.
Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca. Pero embriáguense.
Y si a veces, sobre las gradas de un palacio, sobre la verde hierba de una zanja, en la soledad huraña de su cuarto, la ebriedad ya atenuada o desaparecida ustedes se despiertan, pregunten al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregúntenle qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj, contestarán:
“¡Es
hora de embriagarse!"
Para
no ser los esclavos martirizados del Tiempo,
¡embriáguense,
embriáguense sin cesar!
De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca.
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